01 junio 2005

ROMPIENDO LAS OLAS

Hay películas que producen tal vorágine de sentimientos, tan complejos, indefinidos, tan nuevos y profundos, que dejan a uno traspuesto durante días, es decir, le ponen a uno del revés. Esto suele ocurrir con aquellas obras maestras que huyen de la sencillez de los sentimientos estereotípicamente definidos, que buscan conmover desde la pureza y autenticidad que significa exprimirlos, dotándolos de kilates de realidad y profundidad. En definitiva, con aquellas películas que se crean desde la honestidad.

Y partiendo de esto me encuentro con que "Rompiendo las olas" es una obra maestra.

Compleja.

Honesta.

Profunda.

Auténtica.

Insólita.

Tremenda.

Conmovedora.

Inquietud. "Rompiendo las olas" es una película que produce sobre todo inquietud. Una enorme inquiteud por las infinitas sensaciones, reflexiones y sentimientos que nos dibuja. "Rompiendo las olas" es una película que te golpea secamente desde dentro.

Es una película que habla de la fé. Pero también del amor. Y además habla a la vez de las dos.

Habla de una bella, a la par que tan débil como buena, persona que padecerá una enfermiza y exacerbada hasta la esquizofrenia Fe en Dios. Una Fe que marcará otra por igual enfermiza y exacerbada, pero pura, historia de amor. Un amor que acabará por convertirse primero en Fe, después en religión, y finalmente en redención. Un existencial y doloroso viaje, en definitiva, hacia la sorprendentemente por lúcida última reflexión de la que la protagonista, en su doloroso existencial viajar es capaz: No es la Fe en las palabras lo que importa, lo que importa es la fe en el hombre, en el amor. Pero para entonces ella ya se ha convertido en una mártir, repudiada, apedreada, demonizada y condenada por una fe, que repito, destruye al hombre que de forma natural descubre la fe en el el hombre y en el amor.

Y qué maravilla de formas, tan naturales como contundentes, se emplean para contar la historia sin concesiones. Todo lo que se narra en esta película es realista y veraz. No hay artificios, solo elementos naturales que son metáforas de las volcánicas sensaciones y sentimientos que los protagonistas sienten, expresan y padecen.

El viento, las rocas, las olas, el mar...

Es el viento el que expresa la levitante pasión de unoss recién enamorados que se sienten volar contra él; el mismo ensordecedor y ruidoso molesto viento que desde el helicóptero, unas secuencias después, creará la distancia entre los dos.

Es el aire el que ruge siempre con sobrenatural y sobrecogedora furia, como si se tratara de la fuerza del amor, o de Dios, o de los dos.

Es el mismo aire que rompe las olas violentamente contra las rocas, expresando el agonizante interior de una débil amante (a la postre tan fuerte como ténaz)gritando llena de locura al borde del acantilado todo su dolor.

Es la luz (siempre natural) la que inunda los paisajes dándoles color, señalando tal vez la presencia de Dios. Una luz que, sin embargo, se ausenta en cada una de las secuencias del interior de esa sobria e inquietante iglesia, donde cuyo único sentimiento que aflora es la cerrradez y el temor.

Entremedias de todo esto, uno llorará, otras sonreirá, otras reflexionará, otras se impresionará, OTRAS SE RETORCERÁ...la película es un duro y sin concesiones ni remilgos viaje a los extremos de los sentimientos, que no concede tregua en su dureza y realidad.

Sólo en su más que bello desenlace, donde el sacrificio por amor de la vida de Bess curará a Jan, al unísono de las milagrosas campanadas del final, uno se permite el respiro de suspirar de amarguísima compasión.

Por lo demás, uno se tirará días digeriendo y tratando de procesar y definir los inexpresables y complejos sentimientos y planteamientos que la película sin esperarlo, nos acaba de descubrir.

Si esas campanadas son un milagro...¿No estába loca entonces Bess? ¿Hablaba realmente con Dios? ¿Condece salvar a Jan a través de su sacrificio y pasión? ¿Es Dios cruel?...

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