31 diciembre 2005

¿EN QUÉ AÑO VIVIMOS?

...Y bueno...ya apuramos los últimos minutos de este 2005 y vamos inevitablemente camino del 2006. Como en años anteriores, viviremos la sensación de que una etapa muere para dar a nacer otra nueva. Balances, recuerdos, promesas, planes, deseos...todo confluye en esta noche, al son de 12 campanadas y todos nos acostaremos (antes o después) con el convencimiento de que empezamos a escribir una nueva página.

Sin embargo, no todos vivimos en el 2006.

Los chinos por ejemplo, se rigen por las fases lunares y solares, ya que el año nuevo comienza tras la segunda luna nueva después del solsticio de diciembre, por lo que su año nuevo varía de fecha cada año, aunque casi siempre coincide con el mes de febrero. Son fiestas muy importantes para la cultura china; de hecho, su celebración dura dos semanas. La noche anterior a su fín de año se limpian las casa de utensilios que ya no se usarán más y todo el mundo saldará sus deudas. Una vez en la cena los niños reciben sobres rojos con dinero, cuya cantidad debe de ser siempre número par, pues para la cultura china es símbolo de buena suerte, salvo el número 4 que significa muerte. El año se despide con tracas de petardos que ahuyentarán los malos espíritus y darán cabiDa a nuevos y mejores. Actualmente estamos en el año 4702 chino, ya que empiezan a contar desde el nacimiento del primer emperador de China. Es el año del gallo.



Los árabes, sin embargo, se rigen por un calendario extrictamente lunar por lo que cada año suyo lleva 11 días más que el solar. Así, un mes lunar, a lo largo de los años, transcurre por estaciones distintas, debido a la rotación de éstos. Su celebración del año nuevo comienza en el momento en que se vislumbra la primera porción de luna tras la luna nueva una vez cumplidas las 12 fases lunares que componen un año. Como la comunidad islámica hoy en día tiene una extensión geográfica descomunal por casi todos los continentes, se ha unificado la celebración a una única fecha, evitando celebraciones en momentos diferentes que restarían simbolismo a la ceremonia. Para celebrarlo decoran las casas con trigo, cebada y lentejas como símbolo de prosperidad. Actualmente estamos en el año 1426 islámico, ya que empieza su calendario con la Hégira, es decir, en el 16 de julio de 622 d.c. cuando Mahoma emigró con los primeros fieles a La Meca.



Los hebreos también emplean un calendario extrictamente lunar. Sin embargo, el suyo es un calendario extremadamente complicado. Tienen 3 años regulares de 353, 354 y 355 días y también 3 años embolísmicos (bisiestos) de 383, 384 y 385 días. Para ajustar las cuentas emplean dos meses de regularización llamados kislew y marjeshván. El cálculo del año nuevo es extremadamente complejo en comparación con otras culturas o religiones: "Se debe celebrar en el Moled que sigue inmediatamente al equinoccio de otoño. Pero al tener que caer en determinado día de la semana, y al contar desde la salida de la luna, y no desde el inicio del día (a las 6 de la tarde) los desplazamientos resultantes son considerables". Las celebraciones son precedidas por una semana de oraciones de penitencia, y 10 días después de los festejos llegará la jornada de máxima expiación y ayuno: el Yom Kipur. Esa jornada es la más sagrada para el calendario hebreo, ya que es cuando se cree que el Creador inscribe, o no, a los creyentes en el "Libro de la Vida", por lo que una de las felicitaciones del año nuevo es: "Que seas inscrito". Esta noche, en los hogares judíos de Israel y de todo el mundo los comensales bendecirán la llegada del nuevo año deseándose "Shaná tová u metuká" (Feliz y dulce año nuevo) y comerán rodajas de manzana bañadas en miel para que el próximo año "sea lo más dulce" posible. Su calendario comienza, según el rabí Samuel estipuló, en el mismo día de la Creación del mundo (ahí es nada...) , que según la cronología bíblica data del 7 de septiembre de 3761 a.c. Por lo tanto, los hebreos viven actualmente en el año 5.766.



Los Budistas celebran su nochevieja el 31 de diciembre también; los templos budistas despiden el año con una campana que los transeúntes van haciendo repicar hasta 108 veces, una por cada mal existente en el mundo, para así purificar su karma de cara al nuevo año. Luego, el día de Año Nuevo (Losar), es tradicional hacer una peregrinación a un templo budista donde se hacen y escriben votos para el año entrante. Los budistas comienzan su calendario con la extinción de Buda en la India, por lo que actualmente el año budista tibetano es el 2.548.



En la India, los hindúes celebran la Nochevieja en distintas épocas del año, dependiendo del lugar donde vivan y la rama del hinduísmo que practiquen. En el védico las celebraciones tienen lugar en las casas, que se limpian y decoran y se intercambian obsequios. Es una fiesta de luces vinculada con Kali (diosa de la buena suerte) que visita toda casa iluminada por una lámpara. Actualmente estamos en la Kaliyuga que comenzó en el año 3102 antes de Cristo. Sin embargo, según el calendario hinduísta de Shalivahan Shaka estamos en el 1.914, según el hinduista de Vikrama Shaka es el 2.048 y según el Yudhistira Shaka estamos en el 7.505...



Como podeis observar la medición del tiempo, el empeño en dotar de significado existencial al paso de éste, la voluntad de otorgar un fín y un principio dónde se eliminen periodicamente los males que arrsatramos y los renovemos por deseos y buenas voluntades para los tiempos venideros, es algo común al hombre y su historia.



Lo que no entiendo es como es posible que habiendo mas de 12 años nuevos en el mundo al año y de manera continua, con sus correspondientes nuevos deseos de paz y amor, al final el mundo esté siempre esté a hostia limpia...



Feliz 2006 a todos.

16 diciembre 2005

LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO


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«Los tiempos están cambiando, Billy»
«Los tiempos pueden que hayan cambiado, pero yo no»

¿Puede una película ser una balada?

Sí, y más si quién la rueda es Sam Peckimpah y quien la canta es Bob Dylan.

“Pat Garrett and Billy the Kid” es eso: una crepuscular crónica cantada en tono de balada por un personaje llamado Alias, que no es otro más que Bob Dylan. Éste, un cronista que narra desde la mirada de Sam Peckimpah cómo “los tiempos están cambiado”, nos mostrará el empeño de Pat Garrett en matar a su viejo amigo Billy por encargo de los nuevos terratenientes que darán fín al viejo y legendario oeste.

Esta obra maestra de Sam Peckimpah sobrepasa (como suele pasar con las grandes obras) el propio género del que se sirve, el western, para narrar no sólo ese cambio de los tiempos que corren, sino cómo dos personas antes unidas por la amistad y la libertad se verán ahora enfrentados por la manera personal que cada uno decida escoger para sobrevivir a los nuevos tiempos que vienen: por un lado la de Pat Garrett, que acepta acabar con Billy para poder imponer la ley de los nuevos tiempos; y por otro lado la de Billy, que renuncia a traicionar su manera de ser, su libertad, tratando de huir a la frontera de México donde espera encontrar ese último refugio donde poder seguir siéndose fiel. Si Pat avisaba al comienzo de la película a Billy de que en 5 días dejará de ser su amigo porque le tiene que matar, Billy, sin embargo, responde un rato después a alguien que le pregunta que por qué no le mata antes él: “Porque es mi amigo”.

A partir de aquí se desarolla el resto de la película: melancólica, crepuscular, reflexiva, legendaria. Bob Dylan aparece caracterizado en el papel de Alias, asumiendo marcar no sólo el tono de la película sino también el ritmo de ésta a través de sus baladas, que no son más que una crónica de cómo estos personajes encaran el sino de los nuevos tiempos. “Los tiempos están cambiando Billy, te quieren matar porque eres demasiado libre” canta Dylan; y mientras, Billy huye a la carrera dejando atrás a todo su pasado, a todos esos viejos amigos que poco a poco van traicionándole ante la perspectiva de no desaparecer también ante los cambios que acechan.


Billy sabe que, en realidad, nadie le va a poder seguir en su empeño de encontrar el último lugar donde sobrevivir acorde con su honor y esencia. Se sabe ahogado por los nuevos tiempos. Quizás por eso decida abandonar a sus camaradas para huir a México, donde habita un viejo amigo campesino mejicano, lejano a las nuevas leyes de parcelación de tierras que quieren acabar con el viejo y legendario oeste. Quizás por eso, cuando éste muere en sus brazos bajo las balas de los parceladores de tierras es cuando entiende que ya no hay lugar para él en el nuevo mundo que se le presenta; Billy representa a los libres y a las minorías que serán eliminadas por los poderosos. Entendiendo que nada se puede hacer ya frente a ellos decide volver para encontrarse con su destino. Un destino al que se encamina tranquilamente, para dejar que sea el viejo amigo Garret el que lo lleve a cabo.


La búsqueda de Garret, sin embargo, no entiende de prisas. Pat sabe que, poco a poco, los nuevos tiempos dejarán cada vez menos espacio de refugio a Billy. Por eso decide perseguirle siguiendo su estela: su pasado. Irá tras los compañeros que va dejando atrás Billy en su huída. «Cuando matas a un hombre, le quitas todo lo que tiene y todo lo que podía haber tenido» afirma Billy en un momento de la película. Por eso Garret va poco a poco eliminado a sus viejos camaradas, va matando así su pasado, pero también está matando el suyo propio, pues es el que compartió con su antiguo amigo. Pat sabe que matará a Billy. Pero también sabe que matando a éste, habrá acabado por matar el último lazo que le une a su propio pasado. Acabará, por lo tanto, matándose a sí mismo también, tan genialmente escenificado de manera metafórica en la famosa escena del espejo en la que tras matar a Billy dispara a su propio reflejo, mostrando así también el desprecio que siente por lo que acaba de hacer. Un desprecio también mostrado por el director en numerosas ocasiones a lo largo de la película, como cuando interpreta él mismo al enterrador que se encuentra con Pat y sabe que ha encontrado a Billy para matarle y le increpa: “¿Cuándo aprenderá que no se puede fiar uno de sí mismo? ¡¡Es usted un puerco y un hijo de puta, Pat!!”. O el mismo desprecio que, ya una vez consumada la traición, cablagando Pat Garrett hacia el crepúsculo, sufre cuando el niño le arroja barro por haber matado a Billy.


Por el camino han quedado escenas memorables para la historia del cine como, por ejemplo (y de entre todas mi favorita), la muerte al amanecer del viejo con el tiro en el vientre, caminando mientras le observa entre lágrimas su mujer, hacia esas aguas por las que un día pensaba dejar todo atrás, nuevamente acompasado por las notas de Bob Dylan.
Finalmente, Billy decide esperar a su destino entre los brazos de la hija del campesino. Sabe que no le queda más remedio que desaparecer con el fin de una época. Y allí le encuentra Pat, que le matará consumando la traición. Desde ese momento Billy se convertirá en leyenda. Una leyenda tan grande como ver a Bob Dylan cantándole “llamando a las puertas del cielo” o, lo que es lo mismo, “Knockin' on heaven´s doors”