02 abril 2005

EL HOMBRE TRANQUILO

No hay persona en este mundo que no tenga 4 o 5 personas en su entorno de amistades o compañeros (palabra ésta mas diplomática que la de "conocidos") con las que subir unos puntos su nivel de emoción vital compartiendo afinidades, lo cual suele llevar a uno a explayarse a gusto y a celebrar en cada ocasión de éstas cada mínima coincidencia con el correspondiente interlocutor al igual que a pelear casi hasta la promesa de muerte la más mínima descorrespondencia. Normalmente, y por el país en el que vivimos, esta suerte de ocasiones suele aflorar con unas cervezas de por medio y con las mismas 4 o 5 personas: la maruja que se desvive por la última traición de Jose Alfredo en el enésimo capítulo del enésimo culebrón latinoamericano no perderá oportunidad de alegrar su cotidianeidad (normalmente desdichada) compartiendo sus pareceres al respecto con esas 4 o 5 personas de las que hablo; el españolito medio (este sí que entre cañas) que vive cada semana como un previo de 6 días al partido de su afamado equipo de fútbol no podrá renunciar en tal esperado día a vociferar su parecer sobre éste y otros menesteres con sus también 4 o 5 afines; el melómano que descubre los placeres y deleites de ese nuevo artista que desconocía, el cinéfilo que se encuentra con una nueva obra maestra, el esmerado lector al que cae entre sus manos la última gran novela de hasta ese día su vida...cada persona de este mundo tiene sus pasiones y ya se sabe que las pasiones gusta compartirlas.

Lo malo viene cuando uno lleva tiempo en que no encuentra nada que le levante de su silla. La inquietud es buena compañera pero dificil de contentar. Y es que cuando esa maruja ha visto el enésimo más un culebrón, el españolito medio su trigésima cuarta temporada de fútbol, el melómano descubierto toda la discografía posible que pudiera acaparar sus gustos, el lector empedernido fagocitado los grandes literatos y el cinéfilo haya revisado su videoteca hasta los 90 (más allá está todo inventado)...su inquietud se volverá dificil de satisfacer.

Y en justo ese momento, me pasa lo que me pasó. Me explico.

Uno tiene varias pasiones y ninguna de ellas desde luego originales. La música y el cine. Así de simple. Y el problema es que venía ya siendo una temporada larga en la que no encontraba absolutamente nada que me moviera las entrañas como aquella primera vez que uno escuchaba con oídos vírgenes el "Sweet Child O'Mine" de los Guns and Roses o que levitaba con De Niro construyéndose película a película como un mito. Tampoco es raro, la radio fórmula, los productos enlatados, las malas fotocopias y el marketing se han convertido en la regla dominante del business (nunca mejor dicho) musical; y en el cine la cosa está peor, la creatividad ha dado paso a ultimísimos efectos digitales, ¿no tienes algo que contar? ¡da igual! añadiendo ejércitos de miles de personas, destrucciones masivas, temporales apocalípticos y explosiones en THX2000 el taquillazo es seguro.

Pues en medio de todo esto uno no encontraba nada de que hablar con esos 4 o 5 afines.

Sin embargo uno va un día al cine y la fiera se despierta. Y de esto tiene la culpa el hombre tranquilo (con perdón de John Ford) más conocido como Clint Eastwood.

Eastwood es uno de esos cineastas que como el vino (perdón por el símil tan facilón) madura y crece con los años y que se ha convertido en uno de esos artistas de los que siempre se espera un buen trabajo y pocas veces decepciona. Cada película es un paso adelante que supera al anterior y lo grande es que una vez más ha superado el tremendo listón que dejó en todo lo alto con Mystic River. Por que Million Dollar Baby es una obra maestra absoluta.

Está más que claro que a Eastwood lo que le gusta son los clásicos. Y no sólo por el corte clásico de las suyas como director. Una de sus primeras películas como director, Cazador Blanco, Corazón Negro, ya era una historia sobre las inquietudes de Houston en el rodaje de La Reina de África y ésta última y reciente rezuma homenajes a Ford por cada una de sus secuencias. Porque en el fondo él pertenece a esa última generación de tipos duros pero nobles de sentimientos del ya cine clásico. Y de ellos hereda las virtudes que hacen de su última película una obra maestra.

En mitad de una historia argumentada a través del, tal vez, deporte más violento y repleto de "tipos duros" va Eastwood y nos pone el alma en carne viva de sentimientos. Porque él, como su propio personaje de la película, sabe muy bien la clave de la victoria: amagar hacia un lado y pegar por el contrario. Y así hace Eastwood en su obra maestra. Nada es contado directamente. Bueno sí, pero justo lo que menos importa. Porque lo que menos importa es el boxeo en esta película. Importa (como en todas las grandes obras maestras) lo que no se cuenta, lo que se sugiere, lo que se adivina, en definitiva lo que no se dice pero se dice, lo que sólo se apunta. Así, por ejemplo, no se nos cuenta el drama de Eastwood con su hija, pero se sabe...y entonces amaga con una historia deportiva de boxeo y, sin embargo, el golpe viene por otro lado y poco a poco descubrimos que tras ese amago lo que viene es un intento de redimisión paternal del entrenador con su pupila.

Pero la película tiene mas ingredientes en su receta que la encumbran hasta donde ha llegado.

El segundo truco que Eastwood ha aprendido es el que una gran obra maestra sólo lo es cuando cada vez que uno la revisa descubre una película nueva. Y ésta lo tiene. Está la película tan llena de matices, de sugerencias, de lecturas entre lineas y de secretos, que la segunda oportunidad de verla que se tenga la película ha crecido hasta el tamaño de 3 o 4 más. Es muy posible que ya no sonríamos cómplicemente cuando ese "ateo del demonio" sea increpado en la iglesia por su cura, seguramente nos compareceremos, pues ya habremos descubierto uno de esos secretos en boca de ese mismo cura unas secuencias después: alguién que sin creer acude tanto a la iglesia es que no se perdona algo. Igual nos pasará ante un Eastwood empeñado en hacer campeona a una boxeadora, no apretaremos con dureza las muelas como él, si no que nos haremos cada vez más y más blandos en la butaca sabiendo que su empeño es el de redimirse y perdonarse como padre. Creo que nadie verá del mismo modo ya una escena en la que todo el mundo jalea a la boxeadora con el apodo de "Mo'cushe" sabiendo ya que esas palabras dicen "Mi Cariño", siendo en verdad Eastwood quién lo grita por boca de todos mientras nosotros vemos a ese tipo duro de la esquina del ring empeñado en callarlo. Como digo, hay una segunda película tras la primera y apuesto que una tercera y una cuarta...

Pero la película tiene más trazas de obra maestra. Tenemos a un maravilloso Morgan Freeman dando la contraréplica a Eastwood, marcando los ritmos que mueven a éste, genial en su constante mirada a medio camino entre la compasión y la comprensión, entre la resignación y la honestidad; un personaje que de nuevo amaga y golpea por el lado contrario: Eastwood, protagonista de la historia, al final abandona, desaparece, huye hasta de su propio desenlace y es Freeman quién no sólo da la réplica sino quién con su voz en off nos resume lo que importa de la película: el corazón de un gran hombre, su frustación en la vida (una vez más confirmada) al respecto, un gran hombre que despide la película escondido en una silueta difuminada tras una ventana empañada donde una vez disfrutó de un gran momento paterno-filial con su pupila, desapareciendo ahora de todos, hasta probablemente de sí mismo. Porque Eastwood también sabe que una gran obra maestra debe despedirnos en su final con un nudo en el estómago.

Hasta a título personal se me antoja perfecto el particular homenaje que en la pelicula hace de "El Hombre Tranquilo" de John Ford, a través de ese fragmento del libro que lee en gaélico sobre el boxeador que anhela vovler a Inisfree para crear una familia. Por que en el fondo, la película, es un intento de Eastwood de tener su Inisfree. Una vuelta a los grandes clásicos, las grandes obras, donde el máximo efecto especial era el de la piel de gallina que se nos ponía con algunas secuencias.

Y llegados a este punto me perdonareis la extensión del tema, pero ya sabeis que a todos nos gusta explayarnos con nuestros 4 o 5 afines sobre nuestras pasiones y yo hacía mucho tiempo ya que el séptimo arte no me invitaba.

Hasta la próxima

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmmmm... pues la verdad que después de todo el parrafazo no me queda más que añadir... que ... pues que yo estaba a tu lado viendo Million Dollar Baby :D eso cuenta?
Muaks!

Wallias dijo...

Pues es un detalle indispensable el que estuviera junto a mí otro de mi vitales estímulos...mi otra Obra Maestra!!

Anónimo dijo...

Absorber verbo regular es con B, distinto de absolver, irregular y con v.
¿seria por lo de "ego te absolvo"?...
parece mas apropiado

Wallias dijo...

Pues el tema gramatical es evidente, lo que no lo es tanto es el por qué de aquí y ahora...

:|

Anónimo dijo...

Que bonito el mensaje de beatriz y el tuyo, mmmm, enamoradísimos, así me gusta. Soy Cris, jorge, de hospitalet, de las yoyas, jajaja, la madre de isra y kevin, tu amiga, es que es difícil saber de tí así que aquí me tienes metiéndome en tu blog. Mil besazos a tu costilla.