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14 agosto 2010

CANDIDATOS A LA GLORIA

No hace falta ser muy ducho en el tema para proclamar que el cine ya no es lo que era. Han pasado ya más de 30 años desde que el séptimo arte tuvo una generación referencia que significara un antes y un después en lo que hicieran y que, sobre todo, creara toda una escuela de herederos. Hablamos de aquellos genios tales como Coppola, Scorsese, De Palma, Lucas, Spielberg (y yo incluyo a Terrence Malick, lo siento)...sí, los mismos que no hace mucho entregaron al segundo de ellos su primer oscar como director como reivindicación de la famosa frase "cualquier tiempo pasado nos parece mejor". No voy a detenerme ahora a hablar de ellos, pues todo está dicho ya, pero bien es cierto que desde entonces, salvo alguna gozosa excepción (pienso ahora en Clint Eastwood, sobre todo, o Tarantino, Michael Man, los hermanos Cohen...), resultaba ardúo de dificil poder elbaorar una nueva lista generacional que hubiera, o atisbara con tomar, el relevo de dicha hornada de genios que marcara una generación.

Sin embargo, y afortunadamente, aunque breve si que es cierto que por lo menos a modo personal si he sido capaz de ir creando una pequeña lista de directores cuya trayectoria me parece meritoriamente digna de pasar a formar parte de esta idea que comento en estas líneas. Enumero por ello a mis más firmes candidatos, bajo mi humile opinión, a en un futuro cercano poder fundar su propia referencia y generación :

SAM MENDES: Sólo por su obra maestra American Beauty merecía ya glosar esta lista. Con sólo una obra logró soprender a crítica, público y academia con su singular mirada a la clase media americana (tema que posteriormente retomaría) creando algunas de las secuencias más míticas ya del cine de los '90. Con Camino a la perdición llegó su consagración, puro cine negro clásico donde siguió ahondando sobre los dificiles vínculos familiares, y posteriormente aunque en un grado un tanto menor sorprendió con una obra menor, pero no por ello menos talentosa, como fue Jarhead tratando un tema generacional como fue la guerra de Irak. Sin embargo, lo que sin duda me empujó a tener el honor de tomarle como referencia del cine actual fue su última obra Revolutionary Road, donde siguiendo la estela de su opera prima encuadró una perfecta obra maestra que trataba los lastres del conformismo en las familias de clase media americanas y las consecuencias de su renuncia a perseguir los sueños en pro de una a priori seguridad y estabilidad garantizada que desembocaba en una irremediable infelicidad.

ANG LEE: Decía en los '90 Steven Spielberg que la última gran obra maestra que había tenido el gusto de ver era Tigre y Dragón, sin duda la obra que definitivamente dio a conocer al director Taiwanés a toda clase de públicos. Antes ya nos había deleitado en su época taiwanesa con obras como El banquete de bodas y Comer, beber, amar. Tras ello llegaron una serie de inmensas obras como Sentido y Sensibilidad, Tigre y dragón y Brokeback Mountain, todas ellas obras maestras sin duda que sorprendían además por su perfecto sentido de producción americano tan alejado de su etapa anterior. Creo y recomiendo todas sus obras como películas imprescindibles en todo lo que se ha hecho en este arte en los últimos 20 años y que a todo cinéfilo ávido agradará visionar.

PAUL HAGGIS: Este es un caso un tanto más particular. Bien es cierto que su trayectoria como director se limita, por el momento, a dos obras nada más; aunque a mi me basten por sí solas para haberse ganado a pulso el mérito de calificarse, especialmente la primera de ellas, como varios de los mejores minutos de metraje rodados en el cine de los últimos 20 años. Su ópera prima, Crash, recuerdo que me produjo tal asombro viéndola en el cine que fue capaz de hacerme disfrutar de uno de esos tan escasos momentos en que de repente uno es consciente en tiempo real de la obra maestra y descubrimiento del que está siendo testigo y que son impagables. Su segunda obra, En el valle de Elah, siendo de un registro meridianamente diferente es sin duda una obra imprescindible y testimonial de la época en que fue estrenada, tratando, al igual que antes Jarhead, el tema de la guerra de Irak, pero esta vez puesto el objetivo en el seno de las familias americanas cuyos hijos acudieron alistados a este conflicto bélico de su generación. Al igual que a Sam Mendes, a Haggis le interesa profundizar en la sociedad americana de su tiempo a través del crisol variado de clases y sus relaciones (Crash) o a través del efecto en las familias de un conflicto político-bélico dirigido por el estado como es lo de Irak. Sin embargo, si sólo dos obras pudieran parecer poco para poder pasar a formar parte de semejante honor merece la pena recordar que Paul Haggis está detrás de gran parte del genio de Clint Eastwood en sus últimas obras maestras firmando el guión de maravillas incontestables tales como Million Dollar Baby o Cartas desde Iwo Jima.

DAVID FINCHER: Reconozco que para mí esta un paso por detrás de los anteriormente mencionados, pero es para mí sin duda uno de esos directores que en cuanto se que va a estrenar algo le doy absoluta prioridad para verlo. Ya apuntó maneras en su Alien 3, evidente obra de ejercicio de prácticas de estilo en el que ya se empezaban a vislumbrar las maneras que confirmaría en sus posteriores obras. Seven, The game y el Club de la lucha significaron su estallido como director y reconocimiento mundial, obras con las que a pesar de no gozar de una especial profundidad si que han apsado a ser indiscutibles referencias del cine de los '90. Sin embargo, hasta hoy, la para mí obra de madurez total de su estilo es Zodiac, una película que cuando me preguntan de qué va siempre contesto que eso da igual, probablemente no se me entienda lo que aquí acabo de decir, pero quien la vea que piense en lo poco que al final importa la trama, y lo que se disfruta paladeando la manera que nos tiene de contar lo que vá pasando. Puro cine de verdad. Me dececpcionó El curioso caso de Benjamin Button, sin embargo, aunque le reconozco méritos notorios que se agradecen en medio de tanta mediocridad actual.

DANNY BOYLE: Vale, también Danny Boyle está un paso por detrás de lo anterior, no lo voy a negar. Pero he de reconocer que me agrada de sobremanera e lenguaje cinematográfico de este director. Soy poco dado a las moderneces (en el peor y mejor estilo de la palabra), pero si claudico de vez en cuando, con Boyle es uno de los que gustosamente me dejo caer. Creo que actualmente salvo el maestro Tarantino (ya un clásico aunque siempre moderno) no hay autor que encaje tan a la perfección el lenguaje musical y visual y apueste tan claramente por historias cuanto menos diferentes o singulares y que, nos guste o no, han pasado sin duda al catálogo de referencias visuales de los '90 y '00. Veamos si no: Trainspotting, La playa, 28 días después y, sobre todo y sin duda, su obra maestra Slumdog Millonarie, para mí el mayor solplo de aire fresco del cine de los últimos años y su obra más redonda, atrevida y original.

ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU: Esta es una pequeña gran concesión a la lista. Bien es cierto que la lista debía de enumerar los que a mi juicio tienen a fecha de hoy más papeletas de convertirse en los maestros de nuestra generación del cine americano. Pero me resulta imposible hablar de ellos sin añadir mi perdición por este director mexicano. Sobran las palabras al mencionar Amores Perros, 21 gramos o Babel. El tándem que él en las lentes y Gullermo Arriaga en las letras formaron, dió tres de las obras más abrumadoramente talentosas del cine cercano. Reconozco que tengo serias dudas del resultado final de su separación, pues aún no he podido ver la opera prima de Arriaga como director y la tan esperada Biutiful que firma como director esta vez sin la insuperable muleta de Guillermo Arriaga. Hasta entonces no me atrevo a repartir o no el talento entre los dos, pero si hay una película que espero desde hace tiempo es esta en la que esta vez parece ser Bardem el que nos adentre esta vez en la habitual tormenta existencial tan propia de Iñárritu y su visión de la sociedad desde el interior individual.

Seguramente haya otros muchos cuya omisión sea un escándalo, pero como esto es subjetivo y hablo de las referencias culturales que me han traído hasta lo que hoy soy, esta es mi más sinera lista que me apetece compartir.

07 julio 2008

NADIE SALVÓ A LOS SOPRANO

(OJO! ESTA ENTRADA CONTIENE SPOILERS SOBRE EL FINAL DE LA SERIE)



Antes o después tenía que llegar el día; y no me refiero únicamente al final drámatico de la serie, sino al hecho real de que todo tiene un fín y David Chase, el genio creador de la mejor serie televisiva de todos los tiempos sabía que era el momento de cerrar el ciclo de la familia Soprano. En su mejor momento, cuando alcanzaba las más altas cotas de éxito y perfección, así se crean los mitos y las leyendas. Y los Soprano son, sin duda un hito en la historia de la televisión, su mayor obra maestra.

Hace ya 8 años David Chase se atrevió a crear una serie de televisión que revolucionaría el formato de lo que hasta entonces se venía haciendo: una realización totalmente cinematográfica, una complejidad hasta entonces nunca vista en una serie de televisión, una historia que adquiría su sentido no episodio a episodio sino temporada a temporada, donde las historias y personajes crecían con el paso de los años. Era una obra compleja porque partía de una base a priori fácil: una familia de gangsters italoamericanos retratados en la difusa línea que hay entre el realismo y los códigos míticos del cine de la mafia italoamericana, heredada de la generación de Coppola o Scorsese. Sin embargo, sin dejar atrás este punto de partida, supo crear algo yendo más allá de esta obviedad, logrando convertir la serie en una referencia propia dentro del género y con su propio lenguaje. Baste poner como ejemplo el desarrollo de su protagonista, Tony Soprano, para entender esa honestidad y complejidad a la hora de hablar del tono general de la serie: cuando mayor parece la empatía que el espectador siente hacie él y cuando más evidente se hace su mitificación siempre se produce una ruptura total en esta línea, llegando a producir incluso repulsa en el espectador hacia el personaje y/o sus actos. Ya lo deja claro el propio personaje en una sorprendente secuencia en la que tras ser cuestionado por las motivaciones que ha tenido para haber destruido a una persona éste sólo puede responderle con la mas cruda realidad posible: "Porque es mi naturaleza".


Atrás quedan ya secuencias míticas que se sumarán por siempre a aquellas otras de películas como El Padrino, Uno de los nuestros, Casino, Muerte entre las flores y otras. En las dos últimas temporadas ya se adivinaba el lado oscuro y derrotista por el que derivaban sus personajes inevitablemente condenados a la decadencia. La última de ellas, directamente creada para mostrarnos esa catarsis final de destino fatal, es una obra maestra indiscutible. Antes o después el mundo deshnoesto, violento y tramposo de Tony Soprano tiene que volverse contra él, y esta sensación crece con el paso de las temporadas hasta que inevitablemente, al final del todo, Tony tiene que hacer frente al destino que ha ido forjando a lo largo de los años. De esta idea surge una de las secuencias que más me han impresionado de la serie, aquella que sin duda homenajeaba a El Padrino II, con un Michael Corleonne aislado y melancólico ante el desmorone emocional de su familia, por las decisiones que como cabeza de la misma no ha tenido otra opción que tomar para hacerla sobrevivir. Hablo de la secuencia en la que como el mejor Al Pacino encontramos a Tony Soprano sentado en la casa de su hermana, frente al lago y rodeado de un desnudo bosque invernal, meditando en silencio sobre a dónde le ha llevado el destino de sus acciones y, donde por vez primera, se cuestiona sobre cómo debe de ser el fín de todo, presintiendo la cercanía del desenlace de todo.


Cada último capítulo de la última temporada contiene la desaparición o destrucción (unas veces literal y otras veces metafórica) de alguno de los personajes vitales de la serie. Cada episodio nos empuja cada vez más al final de todo, al desenlace inevitable que los personajes han ido labrando durante su existencia; lo hace además de una manera irremediablemente dramática, como son las decisiones que durante todos esos años los personajes han tenido que tomar y acorde con el mundo que han creado para vivir.

Al final no quedará nada. Ni enemigos, ni amigos. Y la única duda que queda es la de si el centro de todo, Tony Soprano, logrará sobrevivir una vez más al negro destino que parece imposible burlar. No recuerdo escena final más emotiva que ésta en televisión y, desde luego, pasa a ser ya una de mis favoritas cinematográficas. Está claro que 8 años siguiendo apasionadamente el devenir de los personajes hacen que todo momento dramático final adopte una dimensión mucho mayor. No voy a narrar la secuencia final, no tiene sentido, pero si voy a decir que el final (muy polémico por cierto en USA durante su emisión) supera en maestría, más si cabe, al resto de la serie y demuestra la valentía de David Chase para huir de la fórmula fácil y buscar formas narrativas más complejas.

Muchos han terminado la serie sin saber qué es lo que realmente pasa en esa secuencia final. Aún hay varios foros en la red donde se debate, más emocionalmente que racionalmente, qué es lo que realmente pasa o deja de pasar al final. La clave para entenderlo pasa por haber aprendido durante estos 8 años el lenguaje propio de la serie. A mí me costó ver 3 veces seguidas la secuencia final para llegar a ese momento en que lo pude por fín entender. Y os aseguro que fue entonces cuando se me puso un nudo en la garganta y me rendí ante tamaña obra maestra absoluta. La clave, repito, es entender el lenguaje propio de la serie y asumir (nuestro mayor lastre) que todo ha llegado ya a su fín. El final del mundo de Tony Soprano es también la muerte de él mismo y, como he dicho, cada episodio de la úlima temporada supone la progresiva desaparición del mundo de éste. Y por eso, Tony Soprano muere al final de la serie. Y estoy dispuesto a demostrárselo a quien quiera.

Lo que no estoy dispuesto, aún, es a aceptar que jamás habrá una nueva (y ya imposible) nueva temporada de la mejor serie de todos los tiempos. Y revisarme mil veces las 7 temporadas me parece insuficiente a todas luces. Me quedo, por lo menos, con el sabor agridulce que deja esa mimsa secuencia en la que Tony, por lo menos, descubre que hay algo de bueno en el legado que ha dejado a su hijo. Y todo mientras suena a todo trapo "Don't stop believing" de Journey. Sin duda el mejor epitafio de un padre para su hijo.


04 enero 2008

RECOMENDACIONES CINÉFILAS (I)

Ha comenzado ya el 2008, que viene bisiesto y con pocas fiestas y he decidido inaugurar una nueva sección en la que recomendar aquellas películas que vaya viendo y me apetezca recomendar.

Aquí van las 3 primeras del año que han caído entre mis manos:

1.- LOS PROFESIONALES (Richard Brooks - 1.966)

La época dorada o clásica del western, que alcanzó su climax en los años 50 de mano de genios como Howard Hawks, John Ford o Anthony Man, llegó a su fín en los años 60, en parte por desinterés del público como por el agotamiento temático del propio género. Hasta ya finales de los 60 no aparecieron otras visiones distintas de ver este género como fueron el western crepuscular, donde se contaban historias de viejos héroes que ya no tenían cabida en los nuevos tiempos y desaparecían con dignidad, o el spaghetti western, que era una visión nueva y diferente desde un lugar remotamente lejano a donde se creó y desarrolló el género. Como representante indiscutible del primer grupo se erigió Sam Peckimpah con obras maestras como Grupo Salvaje, Patt Garret y Billy el Niño o La Balada de Cable Hogue entre otras.

Sin embargo, unos años antes, concretamente en 1.966, ya había aparecido una obra maestra indiscutible de todos los tiempos que ya anticipaba ese género crepuscular y que es Los Profesionales. Richard Brooks, su director, conocido por grandes obras como Lord Jim, A sangre fría o La gata sobre el tejado de Zinc, nos presenta la historia de 4 viejas glorias del viejo oeste (en este caso forajidos) que se reúnen de nuevo para una última misión, esta vez por una motivación tan sólo económica y lejos de los dorados años pasados llena de ideales. El contexto: la frontera mexicana, metáfora un vez más del western crepuscular, como último refugio para los viejos héroes que huyen de los nuevos tiempos. Lee Marvin, líder del grupo, está inconmensurable; Burt Lancaster como su contrapunto demuestra por qué es un mito indiscutible; Robert Ryan, me parece sin embargo un personaje desaprovechado y que parece no encontrar su hueco en la película; y Woody Stroke esá perfecto como complemento de todos ellos para cerrar el grupo de forajidos. Y como colofón una insuperablemente bella Claudia Cardinale y un siempre efectivo Jack Palance como ¿villano? de la trama.

Al final, vencerán los principios, la integridad y el honor; y todo como homenaje al glorioso pasado, en lo que probablemente será la última acción de unos viejos heroés que ya no tienen cabida en los nuevos tiempos. Y es que como bien responde Lee Marvin al final en una legendaria frase: "-Son ustedes unos hijos de puta. -Sí señor, pero lo nuestro es de nacimiento y, sin embargo, usted se ha hecho a sí mismo".


2.- VIENTO EN LAS VELAS (Alexander MacKendrick - 1.965)

Alexander MacKendrick ya había demostrado anteriormente el nivel de películas que era capaz de hacer con títulos como El quinteto de la muerte o Chantaje en Broadway, donde alcanzó un enorme reconocimiento de la crítica a la par que logró situar dichos títulos como imprescindibles en la historia del séptimo arte. Una década después, demostrando una vez más su enorme versatilidad de registros y géneros, vuelve a crear una obra maestra como es Viento en las velas.

En ella, durante el asalto de una goleta de piratas encabezada por James Coburn y Anthony Quinn a un velero mercante, unos niños que eran enviados por sus padres para ser educados en la ciudad son secuestrados por dichos piratas, convirtiéndose inevitablemente éstos en testigos de sus correrías y fechorías. A partir de esta premisa se dibuja una añeja película de aventuras maravillosa, a la vieja usanza, con una genial fotografía a la medida del género y con unos personajes brillantemente creados.

Sin embargo, donde la película adopta su dimensión de obra maestra, es una doble visión que ofrece en su visionado: aquella en la que simplemente se disfruta de una impresionante historia clásica de piratas y aventuras y una segunda en la que se plantean un tema más complejo como es la ambigüedad de la inocencia. MacKendrick opone dos tipos de personajes en un mismo contexto para simbolizar ambas ideas: los piratas, a priori representación de la maldad; y los niños, a priori representación de la inocencia a través del mundo infantil. Sin embargo, a lo largo de la historia veremos como serán estos últimos los que sorprendentemente irán dominando la situación de la goleta desde su (¿inocente?) niñez y serán , sin embargo, los piratas los que irán perdiendo el control de la situación e incluso de ellos mismos. A lo largo de este proceso además, iremos viendo una evolución clara de los personajes infantiles que llegan finalmente hasta a plantearnos si realmente son crueles con los piratas, a pesar de saber que las acciones de los niños son tan inocentes como las de sólo un niño puede ser. Pero los efectos de sus acciones son, efectivamente, crueles y demoledoras para los piratas.

Todo está especialmente condensado en una asombrosa relación que se establece entre Anthony Quinn y una de las niñas, en las que poco a poco uno acaba planteándose que el verdadero inocente es el adulto en manos de una extraña y ambigüa inocencia de la cría que acaba por dominar al adulto de una manera extrañamente compleja. OJO SPOILER --> Y para cerrar el film, dos secuencias únicas que coronan este planteamiento de manera magistral: la, una vez más, (¿inocente?) ambigüedad de la niña en el momento de la declaración ante el juez, llena de medias verdades que condenarán a la horca a los INOCENTES piratas que velaron por ellos; y la secuencia final en la que los niños, una vez pasada toda la aventura juegan en un lago con un velero como metáfora de que todo ha quedado relegado en sus mentes a un simple juego infantil, ajenos por completos al destino final de los piratas. <-- FIN SPOILER. Y todo esto narrado a través de una deliciosa película clásica de aventuras a la vieja usanza.


2.- EL SALARIO DEL MIEDO (Henri Georges Cluzot - 1.953)

A finales de los años 50 en Francia surge la archiconocida nouvelle vague, formada por un grupo de artistas vanguardistas que darán un soplo de aire fresco nuevo al cine mundial (tanto en sus formas como en su temática) a la vez que reivindicarán a directores que en ese momento no eran considerados como los verdaderos genios que realmente eran; tal es el caso de Alfred Hitchcock, que hasta que no fue reivindicado por F. Truffault en su archiconocido libo El cine según Hitchcock, nunca fue considerado como decía antes como un verdadero artista y genio. Sin embargo, unos pocos años antes y desde el mismo país (Francia), ya existía un director de cine ajeno totalmente a lo que fue la nouvelle vague que en cada película suya reivindicaba y homenajeaba magistralmente el cine de Hitchcock. Hablamos de H. G. Cluzot, el maestro del suspense francés, aquél que ya destacara con El Cuervo y, sobre todo, con la otra obra maestra que significó para el cine francés Las diabólicas.

Cluzot, en esta película, dibuja una historia que le vale como pretexto para durante más de dos horas jugar de manera absolutamente asombrosa con infinitos recursos formales que provocarán en el espectador un fantástico sentido de la intriga y del suspense: varios personajes atrapados sin posibilidad económica de salir de un país latinoamericano sin nada que ofrecer encuentran en una mortalmente peligrosa oferta de trabajo la oportunidad de oro para salir de allí, aún a riesgo de probablemente morir, ya que tendrán que conducir dos camiones repletos de nitroglicerina a lo largo de un camino repleto de trampas y sorpresas que pondrán todo su valor a prueba.

El peso de la película recae indiscutiblemente sobre su director que, como decía antes, maneja a la perfección los recursos del cine de suspense que pondrán al espectador al límite de sus nervios; sin embargo, cabe destacar la actuación de dos grandes del cine francés: Yves Montand (el Humphrey Bogart francés y gran mito del cine) y Charles Vanel, que se nos presenta representando la valentía y que Cluzot pondrá a prueba a lo largo de toda la película OJO SPOILER --> hasta lograr destruirla por completo <-- FÍN DEL SPOILER.

Pero la obra no es unicamente una obra maestra formal o un ejercicio de estilo; los personajes son complejos, evolucionan de manera creíble a la par que las pruebas que irán superando y acorde a la personalidad de cada uno, muestran una profundidad sorprendente en este género de películas y, además, son definidos de una manera brillante. El guión nos enseña sus motivaciones, los pasados que arrastran, sus filias y fobias...Cabe destacar para ello la primera secuencia de la película en la que la mitad de ellos son presentados en la cantina como sólo un grandísimo guión sabe hacer o como descubriremos que Charles Vanel es ante todo una persona llena de valor en la secuencia de el enfrentamiento en la misma cantina un poco después.

En resumen una clara muestra de que el gran cine francés va más allá también de la nouvelle vague y que es posible jugar con el espectador a la par que se le concede profundidad a la historia. [Gracias Alberto por el descubrimiento].

10 diciembre 2006

GRANDES SECUENCIAS II: 2001

Una película que revolucionó para siempre los conceptos del cine de ciencia ficción...
...pero también una película que técnicamente revolucionó el cine en general.

Una obra que va más allá del arte, una obra sin duda filosófica...
...una obra que trata de dar respuesta a los mayores enigmas de la humanidad...
...¿el hombre?...¿dios?...¿la evolución?...

Y en medio de todo esto Kubrik lleva la historia del cine a la mayor apoteosis jamás recordada:


"Así habló Zaratrusta"

03 noviembre 2006

GRANDES SECUENCIAS I: SED DE MAL

Orson Welles.
Frontera de México con EEUU .
Una bomba...
...un reloj...
...un coche...
Plano secuencia de tres minutos y medio.
Si alguien quiere saber QUÉ ES EL CINE, debe de ver esta escena:


04 marzo 2006

JACK TWIST Y ENNIS DEL MAR


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"Lo único que tenemos es Brokeback Mountain;
todo está construido sobre eso"

Siempre he pensado que el cine y la literatura son hermanos que nacen de una misma sensibilidad pero que crecen de distintas maneras. Durante el siglo XX han estado muy ligadas ambas e influidas en numerosas ocasiones la una por la otra y viceversa. En el pasado reinaron expresiones narrativas más puras y líricas como la poesía y la música sinfónica (menos accesibles a la mayoría de gente pero formalmente más puras, complejas y magistrales) mientras que hoy en día es la narrativa, historias contadas en lenguaje prosaico, el arte para las masas en definitiva, quien predomina. En este contexto, tras la aparición de la fotografía y al contrario que pasó con la pintura que tuvo que buscar una nueva visión del mundo que no fuera la del realismo apareciendo la revolución del cubismo, era lógico que se diera algo así como es el cine. Por lo tanto, la literatura y el cine en el siglo XX parten de una necesidad común de forma narrativa e incluso estructural, pero acaban hablando distintos dialectos. A mí el silencio siempre me pareció la mayor de las diferencias que entre ambas expresiones se daban.

El silencio siempre es la más sublime de las figuras narrativas del cine cuando se emplea con sabiduría. La literatura es capaz de sugerirlo pero nunca de llegar a cotas expresivas (qué paradoja) tan altas como cuando el cine lo sublima. Y Ang Lee logra hacer de Brokeback Mountain una obra maestra del cine en primer lugar por la medida de los tiempos y silencios que emplea para narrarnos la historia.

Hablemos de ese silencio. El silencio es inicialmente lo contrario a la expresión, es el contrapunto de lo explícito, es sinónimo de sugerir, de intuir, de mostrar pero no enseñar y es tal vez el recurso más difícil de dominar con acierto. Y mediante este recurso Ang Lee nos presenta a los que serán los protagonistas de la historia: mantiene el pulso de la secuencia durante unos minutos en los que no se median palabras; los gestos, las miradas, van introduciéndonos en la historia, en ellos, en un Ennis del Mar frío, duro, estereotipo de cowboy duro del sur de los EEUU intencionadamente inexpresivo. Le incomoda la presencia repentina de Jack Twist, del que nada sabemos salvo el contrapunto que rápidamente detectamos que es de la personalidad de Ennis; será él quién fije primero la mirada en el otro, será él quién inicie un acercamiento, el que abra la conversación entre ambos, será él quién en definitiva rehuya el silencio…

También el amor que entre ambos nace es cultivado desde el silencio. Las pocas líneas de diálogo que cruzan desde el principio no descubren nada, no aportan nada, son vacuas, intrascendentes. Es el silencio lo que importa: lo que no se dicen, lo que piensan, sus miradas. Sabemos que es cuando callan cuando la película importa. Hay una secuencia magistral contada desde este silencio: durante sus primeros días en Brokeback hay un momento en que desde un largo primer plano de Jack Twist adivinamos en el fondo de campo que Ennis del Mar se desnuda ajeno a imaginar que pudiera ser objeto de deseo de Jack; Ang Lee, huyendo una vez más de lo explícito hace que Jack mire a otro lado, pero de una manera tan sutil que sabemos que lo que realmente desea hacer es mirar. Sin decirnos nada, nos ha dicho todo lo que esta a punto de pasar. Rechaza lo fácil, que sería mostrar a un Jack mirando con deseo para genialmente decirnos lo mismo haciendo justo lo contrario. Quizás así también logre una mayor identificación del espectador con los protagonistas (nótese la cercanía del plano).

Y una vez que literalmente explota el amor entre ambos y se separen la historia se narrará a través de miradas soslayadas y ocultadas bajo sus sombreros, de sus recuerdos, de sus deseos… pero también del sufrimiento, de la frustración, del dolor…

Ennis del Mar es el silencio que oculta los sentimientos, un hombre perpetuamente enfadado por amar lo que no es capaz de aceptar, el hombre que no asume sus deseos o que por lo menos no se ve capaz de encontrar la manera de asumirlos y vivirlos, es el hombre que no sabe expresar sus sentimientos, es una isla en medio del mar (eso significa su nombre). Jack Twist es la voluntad de romper ese silencio, la expresividad luchando por abrirse hueco, por acabar con la introversión de Ennis, por llegar a hacer que éste acepte lo que es y se abandone al amor. Y Ennis finalmente lo hará, pero cuando sea demasiado tarde, cuando ante la falta de Jack se duela de aquello que no dejó o se atrevió a que pasara; cuando suspire en voz alta en esa preciosa y emotiva secuencia final

El otro elemento fundamental de la película es la naturaleza, objeto empleado por el director como símbolo, figura narrativa y expresión de lo que se nos cuenta. Así, la primera parte de la película corresponde al descubrimiento del amor de los protagonistas y se desarrolla entre inmensos parajes naturales (que buen sabor al cine de antaño del tipo “Esplendor en la hierba”) en los que ellos son parte indisoluble de ella. El amor surge en medio del paraíso o edén (¿han visto la última de Terrence Mallick?); las enormes, imponentes y nevadas montañas, los valles y laderas magistralmente fotografiados, el agua...elementos inmensamente naturales que parecen dotar de una enorme fuerza telúrica que emana desde el fondo de la tierra a su historia de amor. Para esta parte emplea Ang Lee planos panorámicos, amplios y lejanos que dotan de infinitos espacios alrededor de los personajes como metáfora de libertad en medio de la naturaleza salvaje, lejos de cualquier opresora sociedad.

Sin embargo, en la parte que le sigue, donde su historia de amor ha de ser vivida como algo oculto y al margen de los demás Ang Lee cambia el retrato: planos cortos, cerrados, asfixiantes, en medio de terrenos áridos, secos, molestos. El hueco que en esos momentos tiene su amor no tiene apenas cabida ni en el campo de visión de los planos de la cámara. Apenas hay luz, abundando la artificial en contraste con la natural de las escapadas a la libertad de Brokeback, como tan bien simboliza esa secuencia en el callejón mexicano donde Jack desaparece tras la oscuridad para saciar el prohibido y frustrado deseo que siente. ¿Recuerdan la secuencia final en la que Ennis del Mar suspira de amor aún por Jack a pesar del tiempo pasado tras su desaparición? Tras mirar la camisa de Jack por la que suspira, la cámara posa su atención sobre la foto que a su lado guarda de la montaña donde vivieron en libertad su amor; inmediatamente termina la película con un plano mantenido sobre la ventana de la habitación en la que sólo se vislumbra un terreno exageradamente plano, y seco en contraste con la montaña que acabamos de ver: es la más clara metáfora de que en la vida de Ennis ya solo queda el hueco que Jack ha dejado a su corazón.

Ya he hablado de los dos protagonistas de la película: el silencio y la naturaleza y también del conjunto de miradas, palabras, amor y dolor que dibujan la película. He hablado de algunas metáforas, de sus símbolos y de la genial mirada del director. Faltaría mencionar algún momento sublime digno de citar de la película. Me gustaría resaltar la inteligencia del director: bajo mi punto de vista cuenta una historia completamente transgresora sin formalmente serlo, se sirve de una clásica estructura y estilo formal para tal vez hacernos más fácil la identificación con la historia y personajes y lograr hacernos conmover de verdad. Tan sólo en un par de momentos (como mi buen amigo Sansar opina, creo que acertadamente) se sale Ang Lee de este pretendido e intencionado esfuerzo de identificación: cuando el capataz les descubre “jugando” en la montaña evidenciando el paroxismo de la situación a través de sus ojos (o prismáticos) y cuando la mujer de Ennis les descubre besándose frenéticamente hasta casi la exageración haciéndose muy difícil también la identificación. Son los momentos en que Ang Lee nos aleja de los personajes donde tan cercanamente hemos estado durante toda la película para verles a través de los ojos de la sociedad, en un alarde tal vez del director de hacernos ver lo que está logrando que aceptemos y que desde fuera nos resulta tan natural rechazar. Ang Lee además exagera la demostración de pasión entre ambos en esos momentos con esta intencionalidad. Por otro lado creo que Ang Lee también demuestra lo inteligente que es sabiendo que esta hermosa historia de amor no tendría interés alguno ni la mitad de fuerza si no fuese un amor entre dos hombres. Su reto no es emocionarnos ante una historia de amor. Su reto es lograr que de algo que instintivamente rechazáramos acabemos sintiéndolo, viviéndolo, sufriéndolo y finalmente emocionándonos con ello.

Tal vez Brokeback Mountain sea en cierto modo una obra representativa de nuestros tiempos. Tal vez sea claro ejemplo de ello cómo logra que finalmente todos suspiremos de pena con Ennis cuando se abraza a los restos de ese amor perdido en el tiempo…


16 diciembre 2005

LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO


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«Los tiempos están cambiando, Billy»
«Los tiempos pueden que hayan cambiado, pero yo no»

¿Puede una película ser una balada?

Sí, y más si quién la rueda es Sam Peckimpah y quien la canta es Bob Dylan.

“Pat Garrett and Billy the Kid” es eso: una crepuscular crónica cantada en tono de balada por un personaje llamado Alias, que no es otro más que Bob Dylan. Éste, un cronista que narra desde la mirada de Sam Peckimpah cómo “los tiempos están cambiado”, nos mostrará el empeño de Pat Garrett en matar a su viejo amigo Billy por encargo de los nuevos terratenientes que darán fín al viejo y legendario oeste.

Esta obra maestra de Sam Peckimpah sobrepasa (como suele pasar con las grandes obras) el propio género del que se sirve, el western, para narrar no sólo ese cambio de los tiempos que corren, sino cómo dos personas antes unidas por la amistad y la libertad se verán ahora enfrentados por la manera personal que cada uno decida escoger para sobrevivir a los nuevos tiempos que vienen: por un lado la de Pat Garrett, que acepta acabar con Billy para poder imponer la ley de los nuevos tiempos; y por otro lado la de Billy, que renuncia a traicionar su manera de ser, su libertad, tratando de huir a la frontera de México donde espera encontrar ese último refugio donde poder seguir siéndose fiel. Si Pat avisaba al comienzo de la película a Billy de que en 5 días dejará de ser su amigo porque le tiene que matar, Billy, sin embargo, responde un rato después a alguien que le pregunta que por qué no le mata antes él: “Porque es mi amigo”.

A partir de aquí se desarolla el resto de la película: melancólica, crepuscular, reflexiva, legendaria. Bob Dylan aparece caracterizado en el papel de Alias, asumiendo marcar no sólo el tono de la película sino también el ritmo de ésta a través de sus baladas, que no son más que una crónica de cómo estos personajes encaran el sino de los nuevos tiempos. “Los tiempos están cambiando Billy, te quieren matar porque eres demasiado libre” canta Dylan; y mientras, Billy huye a la carrera dejando atrás a todo su pasado, a todos esos viejos amigos que poco a poco van traicionándole ante la perspectiva de no desaparecer también ante los cambios que acechan.


Billy sabe que, en realidad, nadie le va a poder seguir en su empeño de encontrar el último lugar donde sobrevivir acorde con su honor y esencia. Se sabe ahogado por los nuevos tiempos. Quizás por eso decida abandonar a sus camaradas para huir a México, donde habita un viejo amigo campesino mejicano, lejano a las nuevas leyes de parcelación de tierras que quieren acabar con el viejo y legendario oeste. Quizás por eso, cuando éste muere en sus brazos bajo las balas de los parceladores de tierras es cuando entiende que ya no hay lugar para él en el nuevo mundo que se le presenta; Billy representa a los libres y a las minorías que serán eliminadas por los poderosos. Entendiendo que nada se puede hacer ya frente a ellos decide volver para encontrarse con su destino. Un destino al que se encamina tranquilamente, para dejar que sea el viejo amigo Garret el que lo lleve a cabo.


La búsqueda de Garret, sin embargo, no entiende de prisas. Pat sabe que, poco a poco, los nuevos tiempos dejarán cada vez menos espacio de refugio a Billy. Por eso decide perseguirle siguiendo su estela: su pasado. Irá tras los compañeros que va dejando atrás Billy en su huída. «Cuando matas a un hombre, le quitas todo lo que tiene y todo lo que podía haber tenido» afirma Billy en un momento de la película. Por eso Garret va poco a poco eliminado a sus viejos camaradas, va matando así su pasado, pero también está matando el suyo propio, pues es el que compartió con su antiguo amigo. Pat sabe que matará a Billy. Pero también sabe que matando a éste, habrá acabado por matar el último lazo que le une a su propio pasado. Acabará, por lo tanto, matándose a sí mismo también, tan genialmente escenificado de manera metafórica en la famosa escena del espejo en la que tras matar a Billy dispara a su propio reflejo, mostrando así también el desprecio que siente por lo que acaba de hacer. Un desprecio también mostrado por el director en numerosas ocasiones a lo largo de la película, como cuando interpreta él mismo al enterrador que se encuentra con Pat y sabe que ha encontrado a Billy para matarle y le increpa: “¿Cuándo aprenderá que no se puede fiar uno de sí mismo? ¡¡Es usted un puerco y un hijo de puta, Pat!!”. O el mismo desprecio que, ya una vez consumada la traición, cablagando Pat Garrett hacia el crepúsculo, sufre cuando el niño le arroja barro por haber matado a Billy.


Por el camino han quedado escenas memorables para la historia del cine como, por ejemplo (y de entre todas mi favorita), la muerte al amanecer del viejo con el tiro en el vientre, caminando mientras le observa entre lágrimas su mujer, hacia esas aguas por las que un día pensaba dejar todo atrás, nuevamente acompasado por las notas de Bob Dylan.
Finalmente, Billy decide esperar a su destino entre los brazos de la hija del campesino. Sabe que no le queda más remedio que desaparecer con el fin de una época. Y allí le encuentra Pat, que le matará consumando la traición. Desde ese momento Billy se convertirá en leyenda. Una leyenda tan grande como ver a Bob Dylan cantándole “llamando a las puertas del cielo” o, lo que es lo mismo, “Knockin' on heaven´s doors”


06 julio 2005

BARAKA

No lo vamos a negar. Si la gente viera todos los documentales que dice ver, la 2 batiría records de audiencia suficientes como para resolver la crisis financiera de la televisión estatal y comprar unas 4 o 5 más. El documental, mal que nos pese, es un género menor del que gusta mucho presumir y poco disfrutar. Por lo tanto, el documental, si bien es quizás el género que plantee una visión más objetiva, directa y didáctica del mundo que nos rodea, es el menos preferido por el público general para tener una visión de algo, ya sea este algo la vida salvaje de la foca monje en Mauritania o bien algo más trascendente como mostarnos a nosotros, pequeños y sedentarios mortales, cómo es el mundo en el que vivimos.

Sin embargo, como en todo género, por menor que éste sea, siempre hay una joya u obra maestra que trasciende más allá del género del que se sirve. Y eso es lo que pasa con Baraka. Y lo siento por los que presumen de participar en los ratios de audiencia de canales como Discovery Channel, Documanía, etc...sin ser cierto que lo hagan, e incluso por los que directamente niegan interesarse por cualquier tipo de documental; lo siento porque se pierden un asombroso, por no decir maravilloso, documental que nos enseña,esta vez sí, nuestro mundo de una manera tan global, directa, y llamativa que no sólo produce el deleite de quién lo mira por su bella plásticidad (impresionante) sino por las fibras y reflexiones que como el Significado del título dice llega a sutilmente tocar.

Baraka es una visión del mundo. Y Baraka es una reflexión sobre el mundo.

Nos muestra la naturaleza en su más espectacular expresión. Rincones inapelables de maravillosos que se presentan: Selvas tropicales vírgenes, deshielos
de las nieves del himalaya tibetano, cisternas naturales colosales de volcanes latentes, desiertos tan abstractos como extensos y aformes...pero también nos muestra algo de los que viven en estos y otros marcos, y habla también de los que vivieron.

El lenguaje que emplea es sencillo y a la vez coplejo. Es Sencillo en sus formas, sencillo respecto a que solo emplea dos elementos: la imagen y la música. Complejo porque lo emplea con tal maestría que sería como decir a Shakespeare que era sencillo porque usaba sólo letras. Las imágens son de tal arrebatadora belleza que uno entra casi durante hora y media en trance dejándose llevar por la sucesión de éstas hipnotizado por una perfectamente integrada banda sonora. Aunque el truco real de esta increible fotografía es la visión que emplea el director: la majestuosidad de la naturaleza, que retrata inmensa, viva, colorida, espectacular...visión que comparte de forma paralela al mostrar lo colosal (a la vez que antinatural) de la civilización que el hombre ha construido.

Sólo en este radical contraste uno SIENTE lo artificioso del mundo que creamos, pero también del daño que al otro, el natural, el que siempre estuvo ahí (y capaz por sí solo de mayoes maravillas) le producimos. Cada secuencia es terminada con un plano mantenido en silencio durante largos segundos de algunos de los protagonistas de estos contextos: la inquietante mirada temerosa de un mono en medio del extraño mundo que le rodea, la dolorosa mirada del nativo amazónico traspuesto por la cruel tala masiva de su entorno, las colegialas uniformadas en medio de la marabunta de civilización hacinada en el metro bajo tierra de Japón...

También resulta emotiva la visión del director a la hora de destacar al hombre como el únioco ser espiritual que habita la tierra, haciendo un bello recorrido por las diversas religiones y ritos que habitan el planeta y las bellezas que a partir de ella se han logrado. Y de aquí es de donde parte la última y quizás mas inquietante reflexión, en la que desde las imágenes de las grandes ruinas religiosas de nuestras antigüas civilizaciones tales como templos camboyanos en mitad de la selva, las antiguas pirámides egipcias en mitad del desierto, templos mantras al borde del ganjes o los resquicios de los maravillosos antigüos templos persas, uno quizás se plantee en qué momento de su historia el hombre dejó atras la armonía entre él, su espiritualidad y la naturaleza...

Baraka es un documental, que todo ser racional del planeta debería ver. O mejor dicho, Baraka es una reflexión más allá de la moral, que todo ser racional debería obligatoriamente resolver.

01 junio 2005

ROMPIENDO LAS OLAS

Hay películas que producen tal vorágine de sentimientos, tan complejos, indefinidos, tan nuevos y profundos, que dejan a uno traspuesto durante días, es decir, le ponen a uno del revés. Esto suele ocurrir con aquellas obras maestras que huyen de la sencillez de los sentimientos estereotípicamente definidos, que buscan conmover desde la pureza y autenticidad que significa exprimirlos, dotándolos de kilates de realidad y profundidad. En definitiva, con aquellas películas que se crean desde la honestidad.

Y partiendo de esto me encuentro con que "Rompiendo las olas" es una obra maestra.

Compleja.

Honesta.

Profunda.

Auténtica.

Insólita.

Tremenda.

Conmovedora.

Inquietud. "Rompiendo las olas" es una película que produce sobre todo inquietud. Una enorme inquiteud por las infinitas sensaciones, reflexiones y sentimientos que nos dibuja. "Rompiendo las olas" es una película que te golpea secamente desde dentro.

Es una película que habla de la fé. Pero también del amor. Y además habla a la vez de las dos.

Habla de una bella, a la par que tan débil como buena, persona que padecerá una enfermiza y exacerbada hasta la esquizofrenia Fe en Dios. Una Fe que marcará otra por igual enfermiza y exacerbada, pero pura, historia de amor. Un amor que acabará por convertirse primero en Fe, después en religión, y finalmente en redención. Un existencial y doloroso viaje, en definitiva, hacia la sorprendentemente por lúcida última reflexión de la que la protagonista, en su doloroso existencial viajar es capaz: No es la Fe en las palabras lo que importa, lo que importa es la fe en el hombre, en el amor. Pero para entonces ella ya se ha convertido en una mártir, repudiada, apedreada, demonizada y condenada por una fe, que repito, destruye al hombre que de forma natural descubre la fe en el el hombre y en el amor.

Y qué maravilla de formas, tan naturales como contundentes, se emplean para contar la historia sin concesiones. Todo lo que se narra en esta película es realista y veraz. No hay artificios, solo elementos naturales que son metáforas de las volcánicas sensaciones y sentimientos que los protagonistas sienten, expresan y padecen.

El viento, las rocas, las olas, el mar...

Es el viento el que expresa la levitante pasión de unoss recién enamorados que se sienten volar contra él; el mismo ensordecedor y ruidoso molesto viento que desde el helicóptero, unas secuencias después, creará la distancia entre los dos.

Es el aire el que ruge siempre con sobrenatural y sobrecogedora furia, como si se tratara de la fuerza del amor, o de Dios, o de los dos.

Es el mismo aire que rompe las olas violentamente contra las rocas, expresando el agonizante interior de una débil amante (a la postre tan fuerte como ténaz)gritando llena de locura al borde del acantilado todo su dolor.

Es la luz (siempre natural) la que inunda los paisajes dándoles color, señalando tal vez la presencia de Dios. Una luz que, sin embargo, se ausenta en cada una de las secuencias del interior de esa sobria e inquietante iglesia, donde cuyo único sentimiento que aflora es la cerrradez y el temor.

Entremedias de todo esto, uno llorará, otras sonreirá, otras reflexionará, otras se impresionará, OTRAS SE RETORCERÁ...la película es un duro y sin concesiones ni remilgos viaje a los extremos de los sentimientos, que no concede tregua en su dureza y realidad.

Sólo en su más que bello desenlace, donde el sacrificio por amor de la vida de Bess curará a Jan, al unísono de las milagrosas campanadas del final, uno se permite el respiro de suspirar de amarguísima compasión.

Por lo demás, uno se tirará días digeriendo y tratando de procesar y definir los inexpresables y complejos sentimientos y planteamientos que la película sin esperarlo, nos acaba de descubrir.

Si esas campanadas son un milagro...¿No estába loca entonces Bess? ¿Hablaba realmente con Dios? ¿Condece salvar a Jan a través de su sacrificio y pasión? ¿Es Dios cruel?...

...

10 mayo 2005

EL MAS VILLANO

El cine es el cine, los héroes son los héroes y las heroínas son las heroínas; pero no hay nada más auténtico y cinematográfico que un terrible villano en toda regla.

Estoy convencido de que por cada héroe de película que recordemos siempre vendrá a nuestra mente su contrarréplica, o lo que es más, estoy convencido de que en más ocasiones recordaremos a esos personajes pérfidos antes que a los edulcorados, planos y previsibles heroés que en la historia del cine tanto han abundado. El mal siempre atrajo, y el cine ha sabido explotarlo magníficamente. No hay duda de que un villano en toda regla siempre ha dado más juego y conectado con nuestra complicidad como espectadores antes que cualquier otro tipo de personaje.

Así que reflexionando sobre estas cuestiones tan frívolas e intrascendentes (en lo que pierde el tiempo uno a lo largo del día...) me apeteció hacer participar a la gente de esta reflexión y animar a que cada uno desvele què "morboso" personaje siempre despertó su lado más oscuro. Nombra ese personaje de cine que identifica mejor tu lado oscuro y confiesa tu villano más villano de la historia del cine...

Yo sin duda propongo a Messala. No puede existir nadie más malvado ni cruel que él; personaje que en su agonía y muerte reserva su último aliento para desvelar a Ben Hur la suerte de su familia. Éste, amigo de la infancia y posteriormente condenado por él a galeras, logra volver tras 15 años para poder descubrir la suerte corrida por su familia, finalmente recibe de Messala la desgraciada noticia de que su madre y hermana moribundan en el valle de los leprosos dónde él mismo ordenó que acabaran...

Ahí es nada...

¿Y el tuyo?

02 abril 2005

EL HOMBRE TRANQUILO

No hay persona en este mundo que no tenga 4 o 5 personas en su entorno de amistades o compañeros (palabra ésta mas diplomática que la de "conocidos") con las que subir unos puntos su nivel de emoción vital compartiendo afinidades, lo cual suele llevar a uno a explayarse a gusto y a celebrar en cada ocasión de éstas cada mínima coincidencia con el correspondiente interlocutor al igual que a pelear casi hasta la promesa de muerte la más mínima descorrespondencia. Normalmente, y por el país en el que vivimos, esta suerte de ocasiones suele aflorar con unas cervezas de por medio y con las mismas 4 o 5 personas: la maruja que se desvive por la última traición de Jose Alfredo en el enésimo capítulo del enésimo culebrón latinoamericano no perderá oportunidad de alegrar su cotidianeidad (normalmente desdichada) compartiendo sus pareceres al respecto con esas 4 o 5 personas de las que hablo; el españolito medio (este sí que entre cañas) que vive cada semana como un previo de 6 días al partido de su afamado equipo de fútbol no podrá renunciar en tal esperado día a vociferar su parecer sobre éste y otros menesteres con sus también 4 o 5 afines; el melómano que descubre los placeres y deleites de ese nuevo artista que desconocía, el cinéfilo que se encuentra con una nueva obra maestra, el esmerado lector al que cae entre sus manos la última gran novela de hasta ese día su vida...cada persona de este mundo tiene sus pasiones y ya se sabe que las pasiones gusta compartirlas.

Lo malo viene cuando uno lleva tiempo en que no encuentra nada que le levante de su silla. La inquietud es buena compañera pero dificil de contentar. Y es que cuando esa maruja ha visto el enésimo más un culebrón, el españolito medio su trigésima cuarta temporada de fútbol, el melómano descubierto toda la discografía posible que pudiera acaparar sus gustos, el lector empedernido fagocitado los grandes literatos y el cinéfilo haya revisado su videoteca hasta los 90 (más allá está todo inventado)...su inquietud se volverá dificil de satisfacer.

Y en justo ese momento, me pasa lo que me pasó. Me explico.

Uno tiene varias pasiones y ninguna de ellas desde luego originales. La música y el cine. Así de simple. Y el problema es que venía ya siendo una temporada larga en la que no encontraba absolutamente nada que me moviera las entrañas como aquella primera vez que uno escuchaba con oídos vírgenes el "Sweet Child O'Mine" de los Guns and Roses o que levitaba con De Niro construyéndose película a película como un mito. Tampoco es raro, la radio fórmula, los productos enlatados, las malas fotocopias y el marketing se han convertido en la regla dominante del business (nunca mejor dicho) musical; y en el cine la cosa está peor, la creatividad ha dado paso a ultimísimos efectos digitales, ¿no tienes algo que contar? ¡da igual! añadiendo ejércitos de miles de personas, destrucciones masivas, temporales apocalípticos y explosiones en THX2000 el taquillazo es seguro.

Pues en medio de todo esto uno no encontraba nada de que hablar con esos 4 o 5 afines.

Sin embargo uno va un día al cine y la fiera se despierta. Y de esto tiene la culpa el hombre tranquilo (con perdón de John Ford) más conocido como Clint Eastwood.

Eastwood es uno de esos cineastas que como el vino (perdón por el símil tan facilón) madura y crece con los años y que se ha convertido en uno de esos artistas de los que siempre se espera un buen trabajo y pocas veces decepciona. Cada película es un paso adelante que supera al anterior y lo grande es que una vez más ha superado el tremendo listón que dejó en todo lo alto con Mystic River. Por que Million Dollar Baby es una obra maestra absoluta.

Está más que claro que a Eastwood lo que le gusta son los clásicos. Y no sólo por el corte clásico de las suyas como director. Una de sus primeras películas como director, Cazador Blanco, Corazón Negro, ya era una historia sobre las inquietudes de Houston en el rodaje de La Reina de África y ésta última y reciente rezuma homenajes a Ford por cada una de sus secuencias. Porque en el fondo él pertenece a esa última generación de tipos duros pero nobles de sentimientos del ya cine clásico. Y de ellos hereda las virtudes que hacen de su última película una obra maestra.

En mitad de una historia argumentada a través del, tal vez, deporte más violento y repleto de "tipos duros" va Eastwood y nos pone el alma en carne viva de sentimientos. Porque él, como su propio personaje de la película, sabe muy bien la clave de la victoria: amagar hacia un lado y pegar por el contrario. Y así hace Eastwood en su obra maestra. Nada es contado directamente. Bueno sí, pero justo lo que menos importa. Porque lo que menos importa es el boxeo en esta película. Importa (como en todas las grandes obras maestras) lo que no se cuenta, lo que se sugiere, lo que se adivina, en definitiva lo que no se dice pero se dice, lo que sólo se apunta. Así, por ejemplo, no se nos cuenta el drama de Eastwood con su hija, pero se sabe...y entonces amaga con una historia deportiva de boxeo y, sin embargo, el golpe viene por otro lado y poco a poco descubrimos que tras ese amago lo que viene es un intento de redimisión paternal del entrenador con su pupila.

Pero la película tiene mas ingredientes en su receta que la encumbran hasta donde ha llegado.

El segundo truco que Eastwood ha aprendido es el que una gran obra maestra sólo lo es cuando cada vez que uno la revisa descubre una película nueva. Y ésta lo tiene. Está la película tan llena de matices, de sugerencias, de lecturas entre lineas y de secretos, que la segunda oportunidad de verla que se tenga la película ha crecido hasta el tamaño de 3 o 4 más. Es muy posible que ya no sonríamos cómplicemente cuando ese "ateo del demonio" sea increpado en la iglesia por su cura, seguramente nos compareceremos, pues ya habremos descubierto uno de esos secretos en boca de ese mismo cura unas secuencias después: alguién que sin creer acude tanto a la iglesia es que no se perdona algo. Igual nos pasará ante un Eastwood empeñado en hacer campeona a una boxeadora, no apretaremos con dureza las muelas como él, si no que nos haremos cada vez más y más blandos en la butaca sabiendo que su empeño es el de redimirse y perdonarse como padre. Creo que nadie verá del mismo modo ya una escena en la que todo el mundo jalea a la boxeadora con el apodo de "Mo'cushe" sabiendo ya que esas palabras dicen "Mi Cariño", siendo en verdad Eastwood quién lo grita por boca de todos mientras nosotros vemos a ese tipo duro de la esquina del ring empeñado en callarlo. Como digo, hay una segunda película tras la primera y apuesto que una tercera y una cuarta...

Pero la película tiene más trazas de obra maestra. Tenemos a un maravilloso Morgan Freeman dando la contraréplica a Eastwood, marcando los ritmos que mueven a éste, genial en su constante mirada a medio camino entre la compasión y la comprensión, entre la resignación y la honestidad; un personaje que de nuevo amaga y golpea por el lado contrario: Eastwood, protagonista de la historia, al final abandona, desaparece, huye hasta de su propio desenlace y es Freeman quién no sólo da la réplica sino quién con su voz en off nos resume lo que importa de la película: el corazón de un gran hombre, su frustación en la vida (una vez más confirmada) al respecto, un gran hombre que despide la película escondido en una silueta difuminada tras una ventana empañada donde una vez disfrutó de un gran momento paterno-filial con su pupila, desapareciendo ahora de todos, hasta probablemente de sí mismo. Porque Eastwood también sabe que una gran obra maestra debe despedirnos en su final con un nudo en el estómago.

Hasta a título personal se me antoja perfecto el particular homenaje que en la pelicula hace de "El Hombre Tranquilo" de John Ford, a través de ese fragmento del libro que lee en gaélico sobre el boxeador que anhela vovler a Inisfree para crear una familia. Por que en el fondo, la película, es un intento de Eastwood de tener su Inisfree. Una vuelta a los grandes clásicos, las grandes obras, donde el máximo efecto especial era el de la piel de gallina que se nos ponía con algunas secuencias.

Y llegados a este punto me perdonareis la extensión del tema, pero ya sabeis que a todos nos gusta explayarnos con nuestros 4 o 5 afines sobre nuestras pasiones y yo hacía mucho tiempo ya que el séptimo arte no me invitaba.

Hasta la próxima